Querido Usbek,
te dedico estas líneas, someras observaciones acerca de un fenómeno.
Libertad, igualdad, fraternidad....
El liberalismo que fue el producto del esfuerzo de una clase social que logró, con él, su emancipación, pero que, a medida que la conseguía, olvidaba saciar la justicia social, considerando a los pobres como fracasados por su propia culpa, nunca vio que las grandes posesiones significaran poder sobre los hombres y mujeres, y sobre las cosas.
Fue progreso al recomentar la constitución de un Estado, producto de una interacción contractual, aunque acorde a las nuevas ideas de la corriente política que impulsaron.
A pesar de la consigna, siempre han querido, a veces inconscientemente, establecer una antítesis entre libertad e igualdad. A la primera, que han defendido celosamente, supieron diferenciarla claramente de la segunda, en la que ven (y rechazan) la intervención autoritaria del Estado.
Luchan por la Libertad contra el privilegio conferido a cualquier clase social en virtud de nacimiento y/o creencia, pero... oponiendo diques a la autoridad política que, para ellos se debe ceñir irrestrictamente a principios constitucionales, eso sí!. al poner en práctica esos derechos, los que se autotitulan liberales se muestran prontos para ejercitarlos en defensa de la propiedad antes que para proteger y amparar bajo su beneficio al que no posee nada más que su fuerza de trabajo.
Su aspiración fundamental es que las leyes se ciñan a servir a los propietarios.
Libertad para proceder y, a pesar de ser favorables a gobiernos representativos, a regañadientes admiten el sufragio universal que conlleva igualdad a la hora de elegir... Pues la soberanía popular son ellos. Y el Estado debe servir a sus deseos.
Tanto se habituaron a esta idea que vieron como natural su derecho a gobernar.
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